jueves, noviembre 24, 2005

Desgracia Eterna





Quiero dejar constancia de cómo encontré este manuscrito ya que no puedo asegurar que sea cierto.

Era Agosto, había aprovechado la encantadora tarde de aquel día para ir a dar un paseo a algún sitio tranquilo y así alejarme de los ruidos de la ciudad, me fui a una tranquila playa cerca del kilómetro 56 que solía frecuentar.

Llegué a la playa, extendí mi toalla y comencé a dar un paseo por la orilla del mar, de repente vi a lo lejos una botella en la arena; en un principio pensé -¿quién seria el ocioso?- pero cuando llegué hasta ella vi que tenía una nota en su interior, esto me llenó de curiosidad, siempre había deseado encontrar un mensaje en una botella. Pasaron miles de cosas por la cabeza como ¿de dónde procedería?, ¿cuánto tiempo llevaría surcando los mares? E incluso si el escritor del mensaje había dejado en el alguna referencia sobre su dirección, seria una bonita forma de hacer amigos en todas las partes de mundo (creo que vi demasiadas películas de romance), lanzar una botellas con tu dirección y así el desconocido que la recogiese podría ponerse en contacto contigo.

Pero todas estas esperanzas se desvanecieron cuando leí la carta que ésta contenía, era un manuscrito, estaba escrito en ingles y el horror que en él se relata me estremeció.

No quiero comentar nada acerca de la carta porque creo que cada uno debe interpretarla como quiera.

La carta esta traducida tal cual como la encontré.


La carta:

Mi nombre no importa, simplemente no soy nadie puede que antes lo fuese pero todo lo que había sido llegó a su fin a partir de los hechos que voy a relatar.

Era el año 1217 cuando empezó todo:

Primavera; no podría concretar el mes pero calculo que podría ser mayo, por aquel entonces yo vivía con mi esposa en una pequeña aldea al oeste de Londres. Había sido un mal año... el peor que puedo recordar, el invierno nos había castigado con dureza y la comida escaseaba, las cosechas habían sido muy malas y la caza era insuficiente.

Pronto la situación se convirtió en insostenible, la comida paso de ser una necesidad a ser un lujo que nadie se podía permitir, nadie pensaba que podría aguantar hasta la próxima cosecha con vida ya que aun faltaban varios meses para recogerla y el hambre ya había hecho acto de presencia en la aldea.

El hambre arremetía nuestras entrañas haciendo que se retorciesen como un saco lleno de gusanos. No tardó en cobrarse sus primeras víctimas sobre todo ancianos y niños, la hambruna iba asolando lentamente la aldea carcomiéndola desde adentro como un enemigo invisible que dejaba tras de sí un rastro de esqueléticos cadáveres que pronto se tornaban putrefactos e infectos propagando rápidamente el peor enemigo que existía en aquella época para el hombre. El que era capaz de reducir una ciudad a la nada en cuestión de días sin que ningún ejército pudiese luchar contra él. El Tifus entró en la aldea como un vendaval de muerte.

Este nuevo enemigo era mucho más sanguinario que el otro que de algún modo ofrecía alguna alternativa de salvación, el hambre te mata poco a poco desgastándote y si por fortuna conseguías algo que te pudieras llevar a la boca escapabas de ella dejándola atrás, sin embargo este nuevo demonio implacable lo asolaba todo sin hacer ninguna distinción igual era que uno fuese fuerte o débil, joven o viejo todo esto era indiferente para él.

Al tercer día de haberse instalado este nuevo inquilino en la aldea las bajas se contaban por cientos y cada uno de estos cadáveres alimentaba la fuerza de este siniestro habitante.

Su ritmo era imparable e incesante, se introdujo en mi esposa, estaba perdida, yo hice todo lo posible por salvar su vida pero todos mis esfuerzos fueron en vano, nada sobrevivía al injusto hermano de la muerte que, como un sádico dios malvado, debilitaba a las personas obligando a su hermana mayor a dar el golpe de gracia, que era lo mejor que podía suceder.

La enfermedad era brutal, te proporcionaba una lenta y dolorosa muerte:
Comenzaba con un leve dolor de cabeza que pronto se convertía en insoportable, las fiebres eran altísimas provocado delirios terroríficos y erupciones purulentas por todo el cuerpo tan dolorosas como mil antorchas quemándote al mismo tiempo. La única manera de escapar de aquel martirio era la divina muerte, la dulce muerte que te transporta al mundo del descanso eterno, el mismo descanso que temes cuando no lo necesitas y que deseas cuando es inevitable.

Al fin la muerte se apiadó del alma de mi esposa. Yo estaba sentado a los pies de la cama cuando la muerte entró en la habitación, de repente su respiración cesó y eso fue su fin, yo tardé en aceptar lo que acababa de pasar delante de mis ojos, fue como un destello, casi pude ver a la muerte arrebatarle el alma con un rápido gesto. De repente comprendí lo que había pasado y pegué un grito de dolor tan grande y sincero que hice que la muerte me mirara a la cara, deseé morir con toda mi fuerza yo amaba a mi esposa más que a mi propia vida y no soportaba la idea de vivir sin ella.

Grité deseando mi muerte, preguntándole a la dulce salvadora por qué me había arrebatado a mi mujer. Salí de la casa corriendo desesperado, corrí y corrí hasta caer bruscamente al suelo desfallecido por el cansancio.

Cayó la noche, estaba tendido en el suelo debajo de un gran árbol, estaba muy cansado y caí sumido en un profundo sueño que empezó siendo amable y acabo siendo terrorífico:

Me encontraba en una verde pradera, estaba sentado en una gran roca, la única roca que existía ya que podía divisar el horizonte en todas las direcciones y no conseguía ver nada que no fuese hierba y llanura, soplaba una ligera brisa cálida que me ofrecía una gran sensación de paz y tranquilidad. De repente pude divisar algo en el horizonte, algo se acercaba lentamente y en un parpadeo el tiempo dio un tremendo salto aquella mancha en el horizonte y estaba justo delante de mí; era un hombre viejo que me miraba fijamente, quise decir algo pero fui incapaz de emitir sonido alguno.

El hombre seguía mirándome fijamente con una expresión de benevolencia en la cara de repente el cielo azul se torno gris dejando caer un relámpago sobre el horizonte, el hombre comenzó a hablarme yo intentaba responderle pero no podía,

-sabes quien soy - dijo-estuvimos en la misma habitación, yo fui a por el alma de una mujer y tu me ofreciste la tuya –

-Si, deseo morir- dije, de repente había recobrado la capacidad de hablar

-¿por qué? – dijo

-Al llevarte a mi mujer me has matado - dije

-Sé que tus sentimientos son sinceros, por lo que concederé tu deseo-dijo

El hombre me tapó los ojos y noté como introducía una mano en mi pecho, sin causarme dolor, con delicadeza, extrajo la mano, abrí los ojos y descubrí en la mano de la muerte el palpitante órgano del alma, de mi alma! Ya no tenia alma! Estaba muerto. El cielo se torno otra vez azul y.........................

Me desperté aturdido, reflexione un rato sobre el extraño sueño que había tenido y fui incapaz de sacar nada en claro, lo único que seguía deseando morir.

De repente note un ligero y a su vez terrorífico dolor de cabeza, el mal había entrado en mi. No podía volver a casa, no con mi mujer allí, así que me resigne a morir debajo de aquel árbol.

Paso el primer día los síntomas empeoraron notablemente el dolor de cabeza era insoportable y la fiebre altísima.

Paso otro día, las erupciones habían empezado a salir por la mañana y al caer la noche ya se habían extendido por todo el cuerpo.

Llego el tercer día no comprendía nada llevaba tres días enfermo, sin comer y sin beber ya tenia que estar muerto pero no era así mi sufrimiento era extremo y deseaba con todo mi ser la muerte. Aun no comprendía nada.

Pasaron días y días pero mi hora no llegaba, así que en medio de ese terrible sufrimiento decidí acabar con mi vida. Saqué el cuchillo de caza que siempre llevaba encima y me asesté varias puñaladas en el vientre, pero no conseguí acabar con mi vida no obstante aun no se como acabar con mi vida.

No sé exactamente porque estoy muerto pero sigo vivo, la muerte cometió un error que yo estoy pagando pero solo deseo volver a verle la cara y sentir como me lleva hacia el descanso eterno, hacia la dulce muerte.

Sigo llevando conmigo el demonio del tifus, vivo en las sombras como un monstruo deseando mi imposible muerte esperando que ésta se acuerde de mí y acabe con mi desgracia eterna.