domingo, marzo 08, 2009

Ir y no ver, o venir y no entrar



Me imagino que más de uno se preguntará de que va el título de este post. Bueno, dejaré que mi querido hermanito Joad, vocalista de Sexto Sonar, nos diga algo de los escenarios del rock venezolano. Manito, desde el otro lado del charco, este es mi aporte a ti, a tu banda y al trabajo que hacen.

Desde hace algún tiempo se viene comentando sobre la situación y posibilidades de nuestro rock frente a los distintos movimientos rockeros del ámbito mundial pero particularmente en nuestro propio continente. Países como Colombia, Brasil, Argentina y Chile (entre otros), suelen figurar en las conversaciones de quienes nos hemos empeñado en mantener viva la llama del Rock en Venezuela, bien sea como espectadores o como profesionales ejecutantes de la música que (como bien dijera Alfredo Escalante) “Sacudió y sacude al mundo”.

Quizá algunos puedan preguntarse ¿Por qué siempre tenemos que establecer puntos de comparación con los distintos entornos “rockeros” de los demás países?. La respuesta es muy sencilla y va más allá del hecho de que las bandas insignia del rock a nivel mundial no dejen de visitar esos países cada año en sus giras, mientras que en Venezuela (por ejemplo) tuvimos que esperar 17 años para volver a disfrutar de Iron Maiden.

Se trata simplemente del apoyo que se le brinda a las agrupaciones que conforman los distintos movimientos rockeros en Latinoamérica y me refiero en exclusiva a nuestro mal llamado “tercer mundo” o al desdeñosamente denominado “rock sudaca”, puesto que la tendencia general es la de creer que en Europa y demás países “desarrollados” la realidad es otra, con grandes festivales todos los meses y un apoyo (por parte del público y los medios) a los distintos talentos regionales definitivamente impresionante, siendo el sueño dorado de la mayoría de nuestras bandas el poder trascender “más allá del charco” para saborear las mieles de un festival de 6 días de rock en todas sus variantes, donde hasta la banda más pequeña tiene una legión de seguidores que supera fácilmente las 4.000 personas y, mejor aún, que el resto de las 30.000 personas que en promedio asisten a estos festivales, disfruten y manifiesten abiertamente su reconocimiento por estas bandas “pequeñas”.

Entonces, ¿Qué es lo que pasa en Latinoamérica?, la realidad latinoamericana no dista en demasía de la Europea, aunque muchos no lo vean así. Basta con echar una mirada a los festivales argentinos, brasileros, chilenos y colombianos, la mayoría no tiene absolutamente nada que envidiarle a un Wacken, un Donnington o un Machina. Existe toda una estructura especializada en este tipo de eventos y lo más importante, una muchedumbre de fanáticos de la música dura dispuestos a pagar la boleta de entrada y disfrutar de un buen espectáculo.

Ahora bien, esta situación que describo no es exclusiva de los festivales internacionales, sino que también se aplica a aquellos conciertos que son exclusivamente de bandas “nacionales”, en su mayoría realizados en locales especialmente concebidos para estos eventos (cuya capacidad de aforo cuando no ha estado al límite ha faltado muy poco para colocar el ansiado cartel de “sold out”), con toda una organización publicitaria especializada, entes organizadores profesionales, radios, televisión y sobretodo identidad y orgullo por sus bandas y los músicos que las conforman, al punto tal de que nadie, fíjense bien NADIE PIENSA TAN SIQUIERA EN LA REMOTA POSIBILIDAD DE QUEDARSE AFUERA MIENTRAS SUS BANDAS SE DEJAN EL ALMA EN EL ESCENARIO.

En Venezuela sin embargo, la realidad es otra, aunque la historia de nuestro rock nos diga que no debería ser así. Hemos tenido grandes bandas y músicos definitivamente extraordinarios e inclusive durante una época se desarrolló un sentido de identidad que nunca he visto en otros países y que se denominó “MOVIMIENTO DEL ROCK NACIONAL”, el cual se identificaba bajo una bandera roja con un círculo blanco y las letras RN (Rock Nacional) en el centro. Resistencia, Arkangel, Gillman, Grand Bite, Farenheit, Equilibrio Vital, Fresa, Horus, por mencionar algunas, llenaban los distintos locales a nivel nacional, llegando inclusive a completar la capacidad del mismísimo poliedro de caracas, SIN NECESIDAD DE ESTAR COMO COMPENSACION DE UNA BANDA INTERNACIONAL.

¿Qué es lo que ha cambiado?, no quiero caer en la polémica del porqué se dejó de lado dicha simbología, al punto tal de que hoy en día muy pocos la recuerden o del hecho de que uno de sus propulsores afirme con frialdad que “LAS PALABRAS MOVIMIENTO DEL ROCK NACIONAL YA NO TIENEN SENTIDO NI SIGNIFICADO”, tampoco en el absurdo argumento de la calidad de las bandas actuales puesto que en nuestros días existe una enorme cantidad de bandas de diferentes estilos, todas ellas de gran calidad y que cuentan además con un aliado muy poderoso para su difusión como lo es la internet, sumemos a esto, los programas de radio y Tv que sin ser abundantes ni contar con grandes recursos, ponen su grano de arena para la promoción del metal en sus distintas variantes. Lo que definitivamente ha cambiado es la actitud de los seguidores y seguidoras del metal en Venezuela.

Durante los últimos 20 años se ha venido observando un fenómeno que anteriormente era impensable, la gente asiste a los eventos de metal nacional ¡Y SE QUEDAN AFUERA!, me explico, se apersonan al lugar del evento unas 200 personas (en el mejor de los casos), pagan su boleto de ingreso unas 80 y el resto permanece DURANTE TODO EL EVENTO en las afueras del lugar conversando e ingiriendo alcohol. Ya ni siquiera se trata del mal que nos aquejaba a finales de los 80s y durante los 90s, el cual consistía en permanecer fuera de los locales esperando que bajaran el costo de la admisión o que simplemente se diera la mal llamada “puerta libre”, no; se trata de una actitud en definitiva mucho más perniciosa, la del “ir y no ver o venir y no entrar”.

Alguna vez le pregunte a una amiga asidua a este tipo de conductas y autoproclamada defensora del rock nacional y sus diversos protagonistas, el por qué de esta actitud y su respuesta me dejó pasmado: “ay es que es muy fino reunirse con los panas y estar aquí como una gran hermandad”. Mi respuesta produjo un intercambio de palabras algo desagradable con la amiga en cuestión y es que no logro entender cómo pueden asistir a un evento con la intención de reunirse con los amigos y quedarse afuera. Apuesto cualquier cosa a que jamás pensarían en “reunirse con los panas y quedarse afuera disfrutando de la gran hermandad entre los rockeros” si en el local estuviesen tocando grandes leyendas internacionales o sencillamente cualquier banda internacional de mediano renombre.

Como músico y como público no puedo evitar sentirme indignado, ojo, apoyo la moción de reunirse con los amigos, entiendo que un concierto de rock suele ser un punto de encuentro para gente a la que normalmente uno no tiene la oportunidad de ver con regularidad, pero ¿Qué pasa con el esfuerzo de las bandas y de los entes organizadores para llevar a cabo los espectáculos?, ¿Dónde queda el respeto que las bandas merecen?, ¿Dónde está la dignidad como público?, ¿Cómo es posible que se pregone a viva voz que nuestras bandas no sirven, o que nuestras bandas son malas, cuando ni siquiera las apoyamos con nuestra presencia en los conciertos quedándonos fuera de los locales?.

Las bandas en Venezuela trabajamos por simple amor al arte, a diferencia de la gran mayoría de las bandas internacionales, incluyendo buena parte de las bandas latinoamericanas. En nuestro país, los músicos de rock no podemos dedicarnos de lleno a la pasión que nos produce hacer la música que nos gusta, sino que debemos llevar a cabo distintas actividades para subsistir, bien sea estudios o trabajo, apenas si tenemos tiempo de dedicar algunas horas un fin de semana para ensayar y, la gran mayoría de las veces, no disponemos de un estudio propio teniendo que recurrir al alquiler de salas de ensayo.

Además de esto, agreguemos el hecho de que no contamos con sellos disqueros que financien las grabaciones y que los estudios de grabación son extraordinariamente costosos. Todos los gastos que conlleva estar en una banda salen de nuestro bolsillo porque creemos en el rock, lo llevamos en las venas y estamos dispuestos a hacer estos sacrificios.

La realidad oculta tras la organización de un evento no es más favorable, los organizadores, preocupados como es lógico por obtener al menos la cantidad invertida en el evento, suelen negarnos lo que normalmente le dan sin chistar a las bandas extranjeras, es decir pago en efectivo, transporte, comida, alojamiento y sonido acorde a las exigencias de la banda. (Aquí he de reconocer que no todos son así, pero digamos que es la actitud más común). Por ende, si las bandas quieren tocar bien sea en su propia ciudad o en otros estados, deben pagarse el transporte o utilizar los vehículos familiares, pagar de su bolsillo al personal técnico y en algunos casos los gastos inherentes a la comida, llegando a extremos de manejar 6 horas o más, para llegar al lugar del show, tocar y luego regresar, casi inmediatamente después, manejando las mismas 6 horas hasta el lugar de origen.

El tocar al lado de una banda internacional también es un punto álgido, normalmente lo único que consigues es el honor a nivel curricular de haber tocado con determinada banda y algunas fotos con tus ídolos. Lo que ocurre normalmente es que somos vituperados por el personal técnico de esas bandas y en algunos casos por la banda misma. No se nos permite una prueba de sonido y lo que es peor, de una consola de 120 canales, se nos dejan apenas 8 , el resto no se puede tocar, por lo tanto ES OBVIO QUE JAMAS PODREMOS SONAR NI REMOTAMENTE CERCA O PARECIDO A ESAS BANDAS.

Por supuesto, es lógico que no te permitan utilizar toda esa potencia de sonido que ellos traen, pero la audiencia normalmente no comprende esto y te abuchean o se dedican per secula seculorum a criticar tu actuación, tu trabajo y hasta celebran cuando en un evento internacional no hay una banda nacional abriendo el show (lo cual va contra la ley vigente).

Entiendo que (reconozcámoslo), existen algunas bandas (muy pocas), que no se dedican tan siquiera un poco a mejorar su performance, ni su ejecución individual, ni grupal, llegando a ser catalogadas sencillamente como “malas”, pero también estoy seguro que en buena medida muchas de las cosas que le criticamos a las agrupaciones vienen dadas por esta apatía de no ir a los shows o de ir y no entrar. Muchas veces los músicos hemos pensado ¿de qué vale grabar en un estudio con todo lo mejor, hacer una inversión en equipos, vestuario, tiempo de ensayo si al final van a estar 15 personas insultándonos en el lugar mientras las demás están afuera sin importarles lo que ocurre adentro?

Muchos podrán decirme “Hey no somos todos y además deberían tener al menos respeto por esos 15 que entraron pagando y querían verles” y tienen razón. Solo he querido esbozar un escenario de las cosas y que por un momento se piense en lo que significa ser músico de rock en Venezuela.

A lo largo de los años y de mi carrera musical he escuchado toda clase de comentarios a mi entender absurdos y contradictorios que, aunque tengan algún tipo de buena intención (que por mi parte no veo), nos hacen más daño que bien y que lamentablemente son el lugar común de mucha gente. Me refiero a los del tipo de:

“epale ¿cuando sale tu disco para que me regales uno?, yo siempre los he apoyado” (y justo es el pana que JAMAS va a tus conciertos).

“Epale chamo ¿Cuándo tocas?, avísame pero ya sabes me dejas pasar a mí y a los panas porque total vamos es por ti para apoyarte” (¿Dónde está el apoyo aquí?).

“No mi pana yo no fui a tu toque porque de pana te digo el rock no está hecho para ser cantado en español, sino Shakespeare habría sido escritor de metal”, (sin comentarios de esto).

“No mi pana, estoy pelando, imagínate ¿voy a pagar 30 mil bolos por verte tocar a ti y 3 bandas más,? No chico a ti te veo todos los días por ahí caminando, ¿voy a pagar para verte?, además las bandas nacionales no sirven, siempre suenan mal sino me crees fíjate como sonó fulano cuando vino la banda tal” (mientras te dice esto carga una franela importada de una banda “x” y está comprándose una caja de cerveza, inmediatamente después te habla que ya tiene las entradas de la banda “z” que viene en dos meses y que además se va a comprar mañana la colección remasterizada original de su agrupación favorita).

Suena quizá algo dramático, pero es una realidad, es por ello que me gustaría que la próxima vez que asistan a cualquier evento de metal piensen un poco en lo que significa ser fanático de la mejor música del universo, formar parte de un conglomerado sensible, con criterio propio y definitivamente superior intelectualmente a aquellos entes plásticos, danzarines de la moda, que viven acusándonos mientras se revuelcan en su propia miseria.

Pensemos en el orgullo que significa saber que nuestras bandas apenas ensayan unas 12 o 20 horas al mes y son capaces de dar lo mejor de sí al lado de quien sea. En el pundonor de los músicos que aun sabiendo que no les pagarán por su trabajo no dudan en salir y dejarse el alma en la tarima, aun cuando las condiciones de sonido e iluminación sean inaceptables desde todo punto de vista. Pero sobretodo piensen o mejor dicho pensemos en que como colectivo, nos une un solo ideal, no importa el estilo que nos apasione, este ideal se llama “ROCK”.

Asumamos la identidad del Rock hecho en Venezuela y, si en definitiva, opinamos que hace falta un cambio, pues seamos impulsores y protagonistas del mismo. No caigamos en la desidia, apatía y en la crítica destructiva, que tanto daño nos ha hecho, pero por encima de todo, APOYEMOS A NUESTRAS BANDAS, ENTREMOS A LOS ESPECTACULOS Y DEJEMOS DE QUEDARNOS AFUERA PARA “ESTAR CON LOS PANAS”, ESTEMOS CON LOS PANAS DENTRO DEL SHOW, OPINEMOS CONSTRUCTIVAMENTE EN LOS FOROS DE LAS PAGINAS WEB, SEAMOS PARTICIPES Y CONTRIBUYAMOS A LA MEJORA NO SOLO DE NUESTRAS BANDAS SINO DE NUESTROS PROGRAMAS ESPECIALIZADOS EN RADIO, INTENET Y TV.

ES LA UNICA VIA PARA FORTALECER ESTE MOVIMIENTO, ESTA ENERGIA, ESTA PASION DENOMINADA ROCK NACIONAL.

JOAD MANUEL JIMENEZ VASQUEZ