viernes, septiembre 13, 2013

Dejé de escribir...





No sé… un día desperté y se me acabaron las historias, mejor dicho, se me acabaron las palabras con las que solía expresarme. ¿Por qué? Bueno, supongo que es una etapa más por la que hay que pasar. Así como tuve mis momentos de máxima expresión, llegó el momento del silencio. ¿Ha terminado? Espero que si. A esta hora estoy aquí sentada pensando que esto no se me da mal (sí, hay que echarse flores) y que cada día consigo algo que contar.


Desnuda...



Cuando estamos en la etapa adolescente, se nos hace mucho hincapié sobre la importancia del amor propio, aquello de verse al espejo y decirte “qué bien te ves, que bien lo haces, que linda estas…” ¿Pero en qué momento se nos enseña a desnudar el alma? No creo que sea algo que se aprenda, creo que forma parte de nuestra personalidad el sentirnos cómodos cuando nos damos a conocer. Sin que me quede nada por dentro (y con la ropa bien puesta) a veces me he desnudado en mis textos, pero ahora no puedo. ¿Por qué? Porque me da pena, no con quien me lee, sino conmigo misma.

Es algo contradictorio lo que acabo de decir, lo sé… pero es necesario que dé el paso. Es algo así como cerrar los ojos para que nadie me vea (bendito juego de niños). Un buen amigo me dio un consejo, y aquí lo estoy aplicando. No es drama, son ganas de desnudarme porque necesito convertirme en lo que soy y dejar de ser lo que era.

viernes, septiembre 06, 2013

Mitomanía



Quizá termine esta historia. Si alguien lo lee, que no preste atención, es sólo relleno a algo que lleva mucho tiempo vacío. Mi blog.

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Eran las 7 de la noche cuando sintió ese terrible impulso de mirar su correo. Tenía esa mala costumbre de buscar una y otra vez algo que sabía que no iba a encontrar, y si lo encontraba iba a salir lastimada; sin embargo decidió revisarlo una vez más. Tantos días esperando alguna noticia, una llamada, algún email, quizá alguien tocando la puerta y por fin había encontrado una respuesta a su pregunta “¿Dónde estaba?” 

 Ahora que lo sabe se debate entre lo moral como persona y lo dolida como mujer. 

 ¿Vale la pena buscarlo? ¿De qué vas a hablar? ¿Le vas a decir todo lo que has descubierto? ¿Qué ganas con eso? ¿Y si no quiere verte? ¿Realmente necesitas estrellarte contra ese muro una vez más? ¿Para qué? ¿Todavía lo quieres? ¿Qué sientes? Eran las preguntas que se repetía una y otra vez frente al espejo. Un suspiro era el punto final para dejarlas de lado e intentar seguir con la “nueva” vida que le habían dejado.