jueves, febrero 03, 2005
Agonía
Se despertó ciego, no veía nada, todo era oscuro y caluroso. No comprendió donde estaba. Intentó hablar, clamar, llamar a alguien, pero el esfuerzo de sus pulmones fue coronado con intenso dolor y un silencio lúgubre y sepulcral lo invadió.
Acostado... no podía moverse. Seguía sin entender que pasaba ... trató de recordar pero su mente estaba envuelta en las mismas tinieblas que sus ojos... ¿Era un sueño? ¿Acaso estaba encerrado en algún lugar? ¿o podía estar muerto...? ¿supuestamente en un ataúd? ¿condenado al infierno?
En el ahogante ardor que le oprimía escuchó lejanos lamentos que no pudo descifrar, gritos, llantos, sollozos ... como...provenientes de un pozo muy profundo y lejano y aun así podía escucharlos. No los pudo entender, eran demasiado débiles. Se asustó... pasó horas en pánico, aterrorizado, ¿Eran los lamentos de los que purgan sus culpas?. La incertidumbre lo torturaba, y sintió que su orina se soltaría en cualquier instante, ..., era el terror del hombre, sentimiento visceral, ancestral, que recorría su cuerpo y su mente. Cerca estuvieron algunas lágrimas; pero su esfuerzo y orgullo las reprimieron con tensión.
De repente tras largas horas de desvaríos, en el espacio de un segundo, un instante ... ínfimo.. una esperanza. Pareció reconocer una palabra, aunque paradójicamente hablando ... no la entendió. A pesar de eso pensó en una posibilidad distinta. Esos gritos casi mudos, esos lamentos infrahumanos ¿era hebreo el idioma que oyó?. Se quedó inmóvil sin respirar, escuchando atento y ansioso, agudizando sus sentidos. Luego de una eternidad petrificado, lo supo
- ¡Qué sinfonía magistral! ¡Era hebreo! ¡Si! ¡No estaba en el infierno! – pensó - ¿entonces? ¿soy prisionero? ¿estoy en una celda? ¿no es preferible ser prisionero de los hebreos que estar condenado al Averno?.
Peter se sintió más sereno, aliviado,...el cansancio lo venció al fin.
Alguien lo despertó, alguien que no habló. En la oscuridad lo alimentó bruscamente con un caldo grasiento que tragó con asco y dolor. Sintió que las cucharadas le laceraban los labios y que el caldo le causaba ardor en la garganta, pero tenía hambre. ¿Quién era? No lo supo. Siguió pensando en su situación, en el silencio. No podía moverse.
Sospechó que lo tenían amarrado; pero no podían tener amarrados sus sentidos
- ¿por qué no veo? ¿por qué no escucho? ¿por qué no puedo hablar? ¿porqué no siento mis dedos cuando los muevo? .... solamente olores me conectan con lo tangible y certero.
Pensó mucho esa tiempo decidido a acabar con su vital acertijo. Sabía que si lo hacía con determinación sin descanso, terminaría recordando algo... poco a poco comenzaron a desfilar las imágenes por su cabeza. Fuego, tanques, humo y sangre... y de golpe un escalofrío repugnante recorrió su cuerpo. Recordó que era un soldado, Peter Holme “Era .... es mi trabajo desactivar minas terrestres”, se dijo asustado y triste.
Luego de un instante, un presentimiento ..., como un gélido presagio se le vino encima... y una luz brillante se transformó en un estallido que hizo implosión en su cerebro... Peter recordó todo...
¡Eso ocurrió! Una mina.... una mortal mina explotó en su cara y en sus manos... a la razón supo que había perdido las manos, que no veía, y ¿cómo?, sin ojos... lloró durante horas o días, realmente el tiempo era irrelevante; la humedad le dio la certeza de las vendas que le cubrían el rostro.
Cuarenta días habían pasado.... le parecieron un siglo.
El último día por la tarde, el cuarenta, la respiración se le hizo muy trabajosa y el dolor insoportable, lo poco que inhalaba le quemaba las entrañas, se desesperó, intentó gritar a pesar de saber que su voz nunca más iba a brotar, movía la cabeza, le ardía todo el cuerpo como si sus venas acarrearan fuego en vez de sangre. Tuvo la certeza de que había llegado la hora, y, aunque estaba asustado, se sintió aliviado.
Tranquilizándose pensó en despedirse, pero nadie vino a su corazón. Siempre estuvo solo, tan solo como en estos instantes finales. Lloró otra vez, gimiendo arrepentido. “Gimiendo por lo que no fue y por lo que no hizo, gimiendo por lo que tuvo y por lo que no dio; lágrimas por la vergüenza de nacer y morir llorando”.
Entrada la noche, percibió, en su solitaria agonía, un aroma, exquisito y refrescante que lo serenó; sabía que era una mujer a pesar de que nunca había olido el perfume de una. En la lejanía, como si procediera de un sueño, escuchó una dulce voz que le hablaba.
Solo pude entender “poemas de amor y una canción”, y él la pudo ver sin mirar, pudo sentirla sin tocarla ... ¿Era amor? ... pero él no lo sabía... solo sabía que ella dijo “poemas de amor y una canción” .
Cerrando el libro, y con su último suspiro y una alegría infinita en el corazón... Peter murió.
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