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¿Qué pasaría si una imagen virtual fuese consciente de su existencia?
Danielys H
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De pronto, como el inesperado resplandor de un relámpago emergente desde las penumbras más absorbentes que humano alguno pudiese imaginar, Umberto comenzó a tomar consciencia del sitio donde se hallaba en aquel indefinido instante.
Poco a poco, sus ojos comenzaron a acostumbrarse a la oscuridad que en dicho momento lo rodeaba, para ir percibiendo algunas difusas y lejanas siluetas a través de la incierta penumbra. El silencio lo envolvía todo y ningún sonido, incluyendo el de su propia voz, era perceptible.
Algunos segundos más tarde, aunque la noción del tiempo aún constituía un factor ignorado por su rudimentario nivel de consciencia, sus recuerdos regresaron, uno tras otro, para atormentarlo y recordarle lo insignificante de su existencia dentro de su propio y particular universo. Junto a ello, segundo a segundo, su fuerza de voluntad se debilitaba cada vez con mayor prisa. No era primera vez que tal situación ocurría y, con gran seguridad, tampoco sería la última.
De improviso, Umberto sintió la imperiosa necesidad por acercarse hacia una de las paredes de su oscura e indefinida prisión. Una fuerza extraña y poderosa lo obligó, sin razón alguna, a permanecer en aquel sitio.
Segundos más tarde, una pequeña y rectangular ventanilla luminosa de extraña opacidad se materializó ante sus curiosos y sensibles ojos. Al mismo tiempo, una luz mortecina y azulada iluminó parcialmente el interior de su habitación, mas Umberto no fue capaz de volver la vista para conocer con mayor detalle su incierto e ignoto medio ambiente. Al parecer, su cuerpo no obedecía las órdenes que emanaban, con temblorosa y real angustia, desde su atormentado cerebro.
De repente, sin que su etérea razón lo intuyera ni mucho menos lo comprendiera, se encontró efectuando una serie de gestos incoherentes y absurdos frente a la ventanilla luminosa que, sin desearlo, absorbía toda su atención y pensamientos.
-¡Cielo santo! - exclamó mentalmente el angustiado Umberto, pero aún sin comprender el real significado de sus palabras-. Aquella maldita obsesión retorna nuevamente y nada puedo hacer para evitarlo..., - complementó en seguida.
Durante algunos minutos, Umberto prosiguió con involuntario y ajeno accionar pues, sin fuerza de voluntad, era imposible reaccionar con mínimo grado de consciencia para evitarlo. No obstante, en breves destellos de lucidez, la situación se tornaba cada vez más tensa e insostenible. Era necesario actuar cuanto antes para escapar de aquel espantoso tormento, pero... ¿Cuál sería la forma adecuada para proceder ante aquella insólita situación?
Sin lugar a dudas, ninguna opción se presentaba en forma clara por el momento, pero de una u otra forma tendría que enfrentarse a su inexorable y frío destino.
Sus discontinuos pensamientos se interrumpieron en forma tan violenta como inexplicable. Aquella atosigadora obsesión, de minutos previos, lo abandonaba y un ligero, pero muy placentero, sopor se adueñaba de su mente para sumergirlo, segundo tras segundo, en aquel habitual mundo de vida latente. En la eterna y triste espera de casi toda una vida, su propia vida.
No obstante, un pensamiento extraño se cruzó y enquistó en la mente del joven Humberto y, con reflejos casi felinos, regresó hacia el cuarto de baño.
En seguida, activó el interruptor de luminosidad selectiva (reciente capricho de la ocasional moda) y traspasó el umbral. En esta singular ocasión, su corazonada resultó completamente cierta.
-Esto es curiosamente extraño - dijo en voz alta e inquisitiva mientras examinaba mediante el sensible tacto de su diestra mano aquella brillante, pero desde ahora discontinua superficie-. Estoy completamente seguro que aquella extraña grieta no estaba allí cuando ingresé al cuarto de baño. ¿Qué pudo producirla? - se preguntó a continuación.
Acto seguido, impulsado por la curiosidad inherente al género humano, acercó su rostro hacia la grieta y con gran dificultad observó a través de ella.
Umberto contempló por vez primera su verdadero rostro y, preso de un estado de agitación extrema e incontrolable, concentró toda aquella ira, acumulada desde el inicio de su virtual existencia, hacia la fría y luminosa ventanilla.
Segundos más tarde, mientras el cuerpo de Umberto caía desplomado hacia su inconsciencia, la ventanilla desapareció en forma tan brusca como ella, en un principio, se materializó.
Con gran agilidad y cierta sorpresa, Humberto logró esquivar todos los fragmentos que se dispersaron frente a su rostro en forma aleatoria. Sin embargo, pese al esfuerzo invertido en tal propósito, nunca logró formular una explicación racional y coherente, excepto la muy habitual y recursiva fatiga de material, respecto al extraño fenómeno que desintegró su antiguo y bien conservado espejo, pero (como muchas otras cosas) aquel artefacto era perfectamente reemplazable e incluso, durante aquella misma tarde, un nuevo y reluciente espejo (ignorante del drama antes ahí ocurrido) ocupaba aquel pretérito y vital espacio.
Lejos de ahí, Umberto comprendió finalmente que, en su mundo bidimensional e intangible, los objetos visibles nunca pasarían de constituir difusas e inalcanzables siluetas. Ahora comprendió, una vez más, que estaría por siempre obligado a esperar, en su involuntario e insensible letargo, hasta que Humberto lo necesitara a su imagen y semejanza para satisfacer su propia y egoísta vanidad.
1 comentario:
Muchas gracias german. Vi que tienes varios blogs, wow, creo que posteas bastante. Besos
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